Comentario
Capítulo LXV
De cómo el adelantado don Pedro de Alvarado determinó ir al Quito, y de algunas cosas notables que le sucedieron
Por ninguna manera puedo proseguir una materia hasta al cabo porque en un mismo tiempo pasaban todas las cosas que voy contando y para que entienda y no se ofusque el lector lo llevo; como ven, el trabajo para mí es, que ellos con pasar las hojas hallarán lo que quisieren.
Dije cómo el adelantado don Pedro de Alvarado llegó con su gente a este reino y del nombramiento que hizo de capitanes, y cómo de un indio que tomó supo haber en el Quito grandes tesoros y que su voluntad no era sino de pasar adelante de Chincha, mas los votos y pareceres de los principales de su real fueron tantos sobre que fuesen al Quito que lo hubo de poner por obra; porque no pensaban que lo que en Caxamalca se habían repartido fue mucho para comparación de lo que creían hallarían en Quito, con que luego muy de veras tenían por cierto volver ricos a España. Mas de otra suerte les avino, como iré relatando. Aquel indio que afirmó haber visto el tesoro y haber estado en el Quito, prometió de guiar por camino seguro hasta los meter en la ciudad. Alvarado se lo agradeció, prometiéndole por ello bastante paga. Como mejor pudieron se metieron en camino llevando con las mas de sus cargas los miserables hombres naturales de Guatimala, que tan cara costó esta jornada a ellos: y plega a Dios no cueste a las ánimas de los cristianos que lo causaron.
Y en dos jornadas allegaron a un lugar de ramadas donde sintieron alguna necesidad de agua, por no haber fuente ni arroyo ni otra que la que hallaron, en algunos calabazos en las casas, muy salobre. Pasaron adelante como mejor pudieron hasta la provincia de Xipixapa, de donde fueron a otro pueblo que le pusieron "del oro", por lo mucho que en él hallaron. Los naturales no tuvieron aviso de su venida, que fue causa que los pudieron tomar descuidados; como vieron entre sus casas los caballos, perdieron el vigor y aliento para ponerse en resistencia. Teníase por de gran ventura los que se podían guarecer, y así muchos hombres con sus mujeres e hijos salieron del pueblo; otros fueron cautivos por los nuestros, y su pueblo robado y saqueado, donde infinita riqueza hallaron de fino oro en lindas joyas y plata. Muchos no la estimaban, ni se dieron nada por ella, sino fueron algunos que tomaban algunas ollas y otras vasijas para su servicio. Fueron las esmeraldas, que si todas las guardaran y las vendieran valieran un gran tesoro; mas ignorando su valor, juzgando ser de vidrio, como si los indios tuvieran algunos hornos de él, las tuvieron en poco. Dijéronme que un platero conoció ser piedras ricas y que disimuladamente hizo mochila de todas las más que pudo, para con ellas volverse en España. No se vio él en tal gloria, porque entre las nieves y fríos de adelante se helaron él y su burjaca de esmeraldas. Hallaron más, según algunos me contaron, en este pueblo; unas armas con que se armaban cuatro hombres hechas de planchas de oro y claveteadas con clavos de lo mismo; las lañas eran anchas, como cuatro dedos, y algo largas; las armaduras de oro para las cabezas como casquetes del mismo metal, sembradas de esmeraldas: ellas debían de ser tan ricas que en Milán se armaran más de cuatrocientos con su valor. Todo el oro se recogió, llevándolo como mejor pudieron, aunque todo les parecía poco; no dándoseles nada por lo que hallaban, aguardando a henchir las manos en el Quito. Más adelante estaba un pueblo que pusieron "de las Golondrinas", por las muchas que hallaron en él adonde, como llegaron, la guía que llevaban para lo de Quito, viendo coyuntura, dejándolos engolosinados con sus dichos, se huyó; de que el adelantado recibió mucho enojo y todos se hallaron puestos en gran confusión porque no sabían la tierra ni cuáles eran buenos caminos; y pareciendo convenir, mandó al capitán Luis de Moscoso que fuese a descubrir para tomar lengua de lo que les convenía hacer y saliendo con algunos españoles hacia la parte de levante, descubrió un pueblo llamado Lani, de donde salió y descubrió otro pueblo llamado Chonana, adonde había mucho bastimento y se cautivaron algunos naturales. Tuvo nueva de esto el adelantado; movió con su campo y llegó a esta tierra. Afirmáronme algunos caballeros honrados, que hoy son vivos de los que entraron en este reino con el adelantado don Pedro de Alvarado, que los indios que trajeron de Guatimala comieron infinidad de gente de los naturales de estos pueblos que caen en la comarca de Puerto Viejo, y después fueron los más de ellos helados de frío y muertos de hambre, como se dirá; y así se van apocando en algunas partes con grandes infortunios, castigándoles Dios por sus detestables pecados: pues nos consta en esta parte de Puerto Viejo hay muchos que usan el pecado nefando; y los que vinieron de Guatimala tienen la costumbre de se comer: pecados tan enormes que merecieron pasar por lo que pasaron, pues lo permitió Dios.
Vuelto al propósito, como Alvarado se viese ya encaminado en la ida del Quito y que no tenía guías, parecióle que no sería cosa honesta meterse por camino ignoto, y no sabido, con tanta gente, sino que saliesen algunos capitanes a descubrir a una parte y otra y trajesen razón de lo que hallasen para conforme a lo que viesen ordenar lo más seguro. Y así mandó luego a Gómez de Alvarado, su hermano, que con treinta caballos y algunos peones fuese descubriendo hacia el septentrión y al capitán Benavides también mandó que fuese asimismo a descubrir hacia la parte de levante. Y este capitán Benavides, con los que fueron con él, descubrió el río y pueblo que llaman Daule. Gómez de Alvarado descubrió el pueblo de Yagua, donde halló ciertos leones, y más adelante, por aquella parte, llegó hasta la provincia de Niza. Los indios de todas estas tierras: de ellos huían, de ellos quedaban presos en poder de los españoles; pusiéronse ciertos de ellos en arma contra Gómez de Alvarado: no les fue bien de ello, porque heridos y muertos fueron más y los otros huyeron de tal burla. Decían los que se cautivaron saber el camino del Quito, y que los llevarían allí por tal camino que brevemente se viesen dentro. Gómez de Alvarado había mandado apercibir a seis caballos para que fuesen a dar aviso al adelantado de que convenía venir con el campo por aquella parte y llegó nueva cómo los indios habían muerto a un español y herido a otro, los cuales se habían apartado por robar a los indios sin que fuesen vistos; y ellos, como vieron no ser más, mataron a el uno que se nombraba Juan Vázquez. Cabalgaron luego para castigar los indios sin tener, a mi ver, ninguna culpa, pues no pecaban en matar los que tantos de ellos mataban y robaban, estando en sus propias tierras y casas; mas, de ellos se habían puesto en cobro, de manera que ninguno toparon: al cristiano halláronlo muerto, la cabeza cortada. Tornó a determinar de no enviar ningunos caballos, sino ir él con los que estaban a dar cuenta al adelantado, y así lo hizo, afirmándole cómo los indios decían ser el camino más seguro para el Quito por donde él había descubierto y que sería acertado caminar por él. Benavides también llegó, habiendo descubierto el río Grande y otros pueblos por donde se afirma, lo mismo que por la otra parte: que podían ir al Quito muy bien.
El adelantado, contra lo que afirmaban los cautivos que trajo el capitán Alvarado, se determinó de que fuesen por la parte que había descubierto Benavides, y así ordenó luego la partida; y anduvieron hasta llegar al río de Daule, donde perdieron el camino porque los indios tienen la contratación por el propio río.